La vida se encarga por si sola de superar la ficción, una
ficción que nunca imaginamos y que está más cerca de nuestra realidad de lo que
en algún momento hemos podido creer o presentir. Abrimos nuestros ojos cada día
creyendo que vivimos en un mundo seguro, confiando que nuestras situaciones
cotidianas van a ser las que hemos previsto, las que hemos planeado, y cada día,
normalmente, suele pasar lo que creemos que va a pasar. En esa rutina, nos suceden
hechos sin importancia a los cuales les damos un significado mucho mayor del
que tienen y basamos nuestra infelicidad en pequeños gestos que no podemos
llevar a cabo.
Y de pronto, esa realidad, que parece segura, se desmonta,
es arrasada totalmente por algún hecho incomprensible, por un acto de maldad o
por un desenlace inevitable.
Hoy, una familia, un pueblo entero, un país ha despertado
con la peor de las noticias, y es que no hay mayor maldad que hacer daño a un
bebe, pero peor es, quitarle el derecho a la vida, a su crecimiento, a su
autonomía. Y los motivos no importan, no hay ningún tipo de excusa para
justificar un acto tan extremadamente antinatural.
Miriam, a la que la mayoría no conocíamos, pero si sabíamos
de su existencia, una niña de ojos grandes, morenos, de sonrisa amplia, repleta
de esa alegría y entusiasmo por la vida como solo un niño puede tener. Exenta
de toda culpa, maldad o codicia, fuera de todo problema, únicamente empeñada en
vivir, crecer y sonreír a la vida, que es lo que mejor hacen los niños:
disfrutar del presente. Algo que perdemos en el momento en que crecemos y nos
convertimos en lo que somos cuando dejamos de ser niños. Miriam, que solo se
define como Vida. Miriam, que no conocíamos pero que todos recordaremos. Esa
infancia arrebatada, esa vida eliminada.
Y cuando esto sucede, vuelves a la realidad, no a la
cotidiana, sino a la verdad, a la que parece ficción pero no lo es, a la que la
mayoría de las veces volvemos la cara, cegamos los ojos y apartamos nuestra
cara. A la que sucede día a día cerca de nosotros, en otro lugar, en otro
continente, pero por estar lejos parece que no existe. Pero sí.
Y ahora que tenemos los ojos abiertos, que tenemos la suerte
que Miriam nos ha vuelto a la verdadera realidad, y que ella, vivía con tal
pasión en su mente infantil, ¿Qué hacemos?
No quiero olvidar lo que ha pasado, no quiero volver a esa
realidad ficticia en la que solemos vivir con tranquilidad y comodidad. Quiero
estar con los ojos abiertos, poder estrechar la mano, quiero levantarme por la
mañana pensando y creyendo que la vida de Miriam, sus 16 meses ha tenido su
sentido, su finalidad. No permitamos que esto ocurra, no se como hacerlo, ayudémonos
entre todos. Busquemos una solución, empezando desde arriba hasta abajo. Se que
hay actos que son inevitables, pero ¿donde esta el límite de lo evitable?
Mi primer paso son estas letras, mi segundo la expresión de
la condena a todos los responsables que han tenido que ver en esta atroz
maldad, mi tercer paso es tender mi mano a la familia, mi cuarto paso es
ofrecer mi ayuda a quien lo necesite y tenga miedo o piense que esto pueda
pasar, mi quinto paso es mi protección activa de la infancia, mi sexto paso es
querer abrazar tu mano y ayudarnos, aprender de ti y de todos.
Este pueblo ha tenido hoy una sola voz, y esa voz no se puede
apagar, por Miriam, por Ruth, por José, por Ana María… por todos esos niños que
ya no están y que se fueron a un lugar mucho mejor y del que seguro vivirán con
su entusiasta manera de disfrutar de todo. Por ellos, yo no olvido.