En
una de mis conferencias que doy para padres y madres suele aparecer la
siguiente pregunta: ¿Cuándo pasará esa mala época de mi hijo?, yo entre risas y
miradas cómplices le contesto: creo que te estás equivocando, los niños no
pasan malas etapas, sois los padres los que pasáis malas épocas. La carcajada
es general y todos asienten a la vez. Y es así, pocos niños recuerdan su
infancia como desgraciada o infeliz ¡todo lo contrario ¡cuando somos adultos
añoramos nuestra infancia e incluso a veces la recordamos como la época más
feliz de nuestra vida.
Para
mi es importante dejar claro que son los padres y madres los que se sienten
impotentes, confusos, frustrados o sobrecargados cuando llevan a cabo su labor
con sus niños. Ellos por su parte, viven felices, sabiendo que ellos son los
precursores del cambio, los que pueden cambiar y hacer reaccionar a sus padres,
cosa que debería de ser al revés.
Hay
que tener en cuenta que nosotros, como adultos y cuidadores somos los que
tenemos que hacer reaccionar a los niños, tenemos que controlar la situación y
tenemos que provocar las conductas. Pero en cambio, lo que me suelo encontrar
es que los padres son los Reactivos y los niños los activos.
¿Problema
de actitud o problema social? Más bien de actitud.
Centrándonos en el titulo de la entrada quiero explicaros una situación que he visto en los últimos años y como docente de multitud de escuela de padres quiero exponer.
Suelo
nombrar el cambio sociopolítico que ha vivido España porque es importante a la
hora de analizar la transformación en la educación. Estamos todos y todas de
acuerdo que hemos pasado de una educación autoritaria, en la que primaba el
jarabe de palo y la sangre, las miradas reforzadoras y castigadoras y el Don y
la doña a una sociedad algo confusa, donde los valores no son del todo visibles
y que en ocasiones es complicado acertar a la hora de educar a los niños y
niñas del siglo XXI, etiquetas como “trauma”, “hiperactividad”, “derechos del
niño” inundan los medios informativos, las puertas de los colegios y las tutorías.
Además, la gran intercomunicación que hay entre todo el mundo, las redes
sociales, el acceso a la información y las
nuevas demandas de ocio de los niños dificulta la labor y aumentan la
confusión en los progenitores.
La
velocidad a la que va la sociedad, nuestra vida, nuestra casa es vertiginosa. En
tiempo record cambia todo, incluso la forma de comunicarnos. Hace tan solo un
año el ordenador era el gran enemigo de los padres cuando los niños tenían que
estudiar, ahora son los móviles y el wasap. Y el móvil no es un aparato que nos
alivia nuestra preocupación cuando el niño sale con sus amigos o de viaje, el móvil
se convierte en un premio y casi una exigencia por parte del entorno, “porque si no lo tienes no estás comunicado”.
Y
ante eso, los padres me comunican que poco pueden hacer. ¿Cómo que poco se
puede hacer? Somos nosotros los que tenemos que cambiar esa corriente
impersonal, capitalista, caprichosa y falta de contacto que en los últimos
tiempos reina en las casas. A veces tengo la impresión que los hijos hablan más
con los padres por el wasap que en la vida real, y espero profundamente que sea
una impresión mía y que luego, en el día a día haya esos momentos de calidad
que tanto merece una familia.
Todos
estos cambios provocan que los padres estén confusos, ya no son los
Autoritarios que eran sus padres, tampoco los permisivos que eran las
generaciones anteriores, el término padre asertivo se les queda corto para esta
nueva era que nos rodea, por tanto la confusión impera y la pregunta sería ¿qué
es lo que tenemos que hacer? ¿Como debemos comportarnos en esta nueva etapa que
se nos presenta? ¿Cómo debemos de enfrentarnos a los cambios vertiginosos que
la sociedad nos impulsa y nos obliga a vivir?
Difícil
respuesta. Pero no imposible…
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