jueves, 31 de mayo de 2012

Lo más nuevo en terapias ya en nuestra consulta: Mindfulness

Según Vallejo (2006), “mindfulness es un término que no tiene una palabra correspondiente en castellano. Puede entenderse como atención y conciencia plena, presencia atenta y reflexiva. Los términos atención, conciencia y referencia al momento concreto están incluidos de lleno en su significado. Viene a plantear, por tanto, un empeño en centrarse en el momento presente de forma activa y reflexiva. Una opción por vivir lo que acontece en el momento actual, el aquí y el ahora, frente al vivir en la irrealidad, el soñar despierto”. Una excelente definición es la que realiza Simón (2007), indicando que es “algo muy simple y familiar, algo que todos nosotros hemos experimentado en numerosas ocasiones de nuestra vida cotidiana. Cuando somos conscientes de lo que estamos haciendo, pensando o sintiendo, estamos practicando mindfulness. Lo que sucede es que habitualmente nuestra mente se encuentra vagando sin orientación alguna, saltando de unas imágenes a otras, de unos a otros pensamientos. Mindfulness es una capacidad humana universal y básica, que consiste en la posibilidad de ser conscientes de los contenidos de la mente momento a momento. Es la práctica de la autoconciencia”. Aunque estas definiciones puede parecer que nos enseñan qué es el mindfulness, sólo nos permiten hacernos una vaga idea teórica puesto que la práctica es la clave para comprenderlo, para poder ser consciente del momento presente, de la propia experiencia y sentir un estado de calma no reactiva, es preciso dedicarle tiempo, energía, determinación, firmeza y disciplina. Al practicarlo se aprende a centrar nuestra atención donde queramos, evitando que sensaciones, preocupaciones, pensamientos, etc., nos aparten del presente. Cualquiera que haya practicado algún tipo de meditación, yoga, tai chi, etc., conoce esas sensaciones y lo que le costó llegar a sentirlas, llegar a centrarse sólo en el presente. En esencia, el mindfulness es considerado como un fin en sí mismo, supondría una forma de vivir, practicando en nuestras actividades habituales el ser conscientes de lo que estamos haciendo, como dice Hanh (2007), “mientras lavas los platos debes lavarlos simplemente, lo cual significa que mientras lo haces eres totalmente consciente de ello [...] En esos momentos estoy siendo totalmente yo mismo, siguiendo mi respiración, siendo consciente de mi presencia, pensamientos y acciones”. Consiguiendo de esa manera un estado de “plena atención” que impide que nuestra mente divague, de un lado a otro, dejándose llevar por la multitud de pensamientos que la asaltan constantemente. Practicar mindfulness nos permitirá, entre otras cosas, llegar a aceptar las cosas como son, algo esencial en algunas terapias de tercera generación, como la Terapia de Aceptación y Compromiso. No obstante, Kabat-Zinn (2007) nos aclara que “la aceptación no tiene nada que ver con la resignación. La aceptación de las cosas tal como son, muy al contrario, requiere una fortaleza y una motivación extraordinarias -especialmente en el caso de que no nos gusten- y una disposición a trabajar sabia y eficazmente como mejor podamos con las circunstancias en las que nos encontremos y con los recursos, tanto internos como externos, de que dispongamos para mitigar, curar, reorientar y cambiar las cosas que podamos cambiar”. Siguiendo a Lavilla, Molina y López (2008), a continuación relaciono esquemáticamente los beneficios que puede obtener cualquier persona, las dolencias a las que puede aplicarse, los beneficios de su aplicación a problemas de salud y los trastornos psicológicos donde pueden aplicarse las terapias que incorporan mindfulness. Algunos de los beneficios que puede obtener cualquier persona: Reducir distracciones o aumentar la concentración. Reducir automatismos. Minimizar los efectos negativos de la ansiedad. Aceptar la realidad tal y como es. Disfrutar del momento presente. Potenciar nuestra autoconciencia. Reducir el sufrimiento. Evitar o reducir la impulsividad. Algunas de las dolencias a las que puede aplicarse: Estrés (asociado a alguna enfermedad). Dolor crónico (especialmente en fibromialgia y cáncer). Dolor agudo. Enfermedades cardiovasculares. Hipertensión. Cefaleas. Fatiga crónica. Problemas de la piel. Alteraciones del sueño. Beneficios del mindfulness aplicado a problemas de salud: Físicos: Aprender a respirar mejor. Aprender a relajar cuerpo y mente. Aumentar la flexibilidad corporal. Regular la presión arterial. Influir en el sistema inmunitario: atenuación de la secreción de la hormona cortisol (efecto inmunodepresor) como respuesta al estrés. Mejorar la calidad del sueño. Mejorar los hábitos alimentarios. Recargar energías del propio cuerpo. Reducir el malestar psicológico (ansiedad, depresión, hostilidad, somatización). Globales: Desarrollar una actitud de responsabilidad en el cuidado de la propia salud. Ver el dolor de otra manera. Disminuir las visitas médicas no programadas. Disminuir el abuso de medicación. Ayudar a marcarse metas más realistas. No sumar más sufrimiento añadiéndole rabia u otras emociones al malestar. Aceptar la realidad tal y como es. Centrar la atención en otras cosas que también están sucediendo mientras tanto. Fortalecerse ante la adversidad. Ser más sabio. Desarrollar la espiritualidad. Actualmente los trastornos psicológicos donde puede aplicarse las terapias que incorporan el mindfulness son los siguientes: Trastornos de ansiedad. Trastornos del estado de ánimo. Trastorno límite de personalidad. Trastornos adictivos (drogas y alcohol). Trastornos de la alimentación. Trastornos psicóticos. Si bien hay que tener en cuenta que “la meditación no debe ser considerada como un tratamiento psicológico o psicoterapia en sí” (Vallejo, 2007), aunque sí puede formar parte de un tratamiento psicológico contribuyendo a mejorar su efectividad. Por ejemplo, según Vallejo (2007), el mindfulness es reconocido como un componente relevante de las tres terapias de tercera generación siguientes: la terapia de aceptación y compromiso, la terapia de conducta dialéctica y la terapia cognitiva basada en el mindfulness para el tratamiento de la depresión. Una evidencia a favor de esto es un estudio de Ostafin y cols. (2006), en el que se examinaron los efectos de la meditación mindfulness sobre los síntomas psicológicos de 53 participantes y se verificó que la reducción del estrés informada no dependía de la meditación mindfulness practicada. En una entrevista que Berdullas (2007) realizó a la Dra. Mónica Rodríguez Zafra, se pone de manifiesto que todas las técnicas, escuelas, sistemas filosóficos, etc. que utilizan la meditación como herramienta “tienen en común el aprendizaje, el entrenamiento y el control de los procesos atencionales con el objetivo de mejorar la salud, el bienestar mental, emocional y espiritual de la persona y sus capacidades, en general”. Dicho entrenamiento se produce en dos niveles: Experiencia directa de los factores distractores de la atención, lo que permite tomar conciencia de los procesos psicológicos que mantienen determinados círculos de pensamiento y pautas de comportamiento repetitivas e insanas. Desarrollo de determinados procesos corporales, emocionales, cognitivos y espirituales beneficiosos que tienen lugar cuando se aprende a controlar la atención. Estos procesos permiten, nuevamente, tomar conciencia de lo que ocurre y permiten encontrar el significado psicológico que tienen tanto en el momento psicológico presente del individuo como dentro del proceso de crecimiento personal en el que la persona se encuentre en ese momento concreto.

miércoles, 9 de mayo de 2012

SI NO VIVES

el coraje de sufrir lo inevitable,
la humildad de equivocarse en el camino,
la audacia de arriesgarte,
la valentía de saber perder,
la libertad de dejar que te desaprueben,
la sencillez de no hincharte con los aplausos,
la paciencia de perdonarte,
la constancia de comenzar cada día,
la intrepidez de esperar pese a todo,
la alegría de amar y ser amado.

es posible que DURES muchos años,
pero morirás sin haber conocido
la dicha de VIVIR INTENSAMENTE.